"Aquel día estaban todos prontos para arrancar la práctica en la cancha del Rocha, un club de baby fútbol bastante humilde cerca del Cilindro Municipal. Todos menos Owen Falconis, el niño mimado de la categoría. Él era la figura del equipo, un zurdo talentoso que no se cansa de hacer goles. Pero ese día nadie sabía nada de Owen. Nadie lo había visto.
Hasta que llegó una camioneta 4x4 negra y paró junto a la cancha. Los niños, los padres y los entrenadores miraron, sorprendidos. Se abrió una de las puertas traseras y ahí bajó Owen, quien en ese entonces tenía diez años, escoltado por dos hombres de traje. La explicación era simple: la estrella del cuadro había conseguido contratista".
Santiago Sosa era el técnico de Rocha en aquel momento y hoy, dos años después, recuerda el episodio como "algo muy feo" porque muestra cómo el baby fútbol "se ha degenerado", al punto que "un pibe de diez años" tiene empresario. Aquel día varios padres protestaron y Sosa le pidió a los hombres que se retiraran. El técnico después se enteraría que el empresario que representaba a Owen era el hermano de un conocido contratista.
"Acordate de ese nombre: Owen", dice hoy Sosa. Porque el baby fútbol es un negocio desde hace tiempo. Y cada vez se buscan niños más chicos. Hace un par de décadas se captaban jugadores de 13 años hacia arriba y del interior llegaban a Montevideo con 15 o 16. Hoy, los clubes y los contratistas se pelean por tener la representación de niños de 9 a 12 años como Owen.
Hay muchos padres que sueñan con que su hijo sea uno de esos pocos elegidos que logre un pase al exterior y que salve económicamente a la familia. El presidente de la Organización Nacional de Fútbol Infantil (ONFI), Alfredo Etchandy, dice que "la mayoría" de los padres tienen ese sueño, aunque no siempre lo admita.
Uno de cada tres varones uruguayos de 6 a 13 años pasa por el baby fútbol, una fábrica de futbolistas. Hay 62 ligas con 61.000 niños fichados. Pero son muy pocos los que llegan. Solo el 1,5% de esos 61.000 niños que están jugando en el baby llegará a Primera División. Y el 0,14% (85 niños) logrará un pase internacional, según un estudio de ONFI.
Pero también es verdad que todos los que hoy brillan y ganan millones han pasado por el baby fútbol. Como Luis Suárez, que jugó desde los cinco años en el Urreta y siempre fue goleador. Diego Forlán jugó en el Carrasco Lawn Tennis pero, a diferencia de Suárez, no era estrella; era uno más. Y hay otros, como Enzo Scorza, que eran grandes promesas y que no repitieron de mayores. "Ha habido muchos Enzo Scorza", dice Roberto Pastoriza, presidente de la departamental de baby fútbol de Montevideo. "Hay muchos que terminan en la C o en la Liga Universitaria".
"En una casa humilde en Flor de Maroñas, Owen juega al play, mientras su abuelo toca el piano en un pasillo. En el cuarto, de paredes algo descascaradas, predominan dos colores: el amarillo y negro. Su sueño es jugar algún día en Peñarol. Hoy, el delantero de Rocha -que antes jugó o practicó en Villegas, Danubio, Rentistas, Wanderers y Siete Estrellas- tiene 12 años y su referente es Suárez. "Antes era Forlán, pero ya está quedando viejo", sonríe.
Su padre, Fernando Falconis, dice que Owen juega como Lionel Messi, el argentino que el Barcelona descubrió a los 13 años. "En serio, es muy parecido", explica, "es zurdo, pero en el ataque entra por derecha, por izquierda, levanta centros, cabecea". Falconis dice que su hijo tiene condiciones para llegar, pero que nunca se sabe. Por eso, no quiere que descuide los estudios. En la escuela fue abanderado, pero ahora en primero de liceo tiene tres bajas, "pero todas con cinco".
¿Owen puede ser una salvación económica para él? "A mí con ese tema me tienen podrido", responde el hombre, sentado en un banco en el cuarto de su hijo. "Como chiste me dicen que `este te va a salvar`. Pero no lo llevo con esa mentalidad a la cancha, sino para que se divierta. Disfruto verlo jugar y lo saco de la calle".
Falconis también está un poco cansado de los captadores (así se les llama a los "cazatalentos") y contratistas. Porque en estos años ha tenido muchos ofrecimientos, incluso de gente de Estados Unidos. Le llegaron a ofrecer 20.000 pesos por mes, además de la ropa y el calzado, a cambio de firmar un contrato. Y cuenta: "Al principio como novedad te parece buenísimo, pero después te das cuenta que es bravo. Juegan con las necesidades, ven que tenés carencias y te ofrecen todo lo que no tenés. Pero, si Owen llega, llegará por si solo". Pero un tiempo su hijo sí tuvo un representante, el que lo llevó en una camioneta a la cancha de Rocha. Falconis, quien es repartidor de pizza, dice que aquel día el contratista había ido con Owen a comer una hamburguesa a McDonald`s y luego a la práctica. Otros cuentan que le daban ropa, que lo filmaban, que le pagaba un sueldo al mes.
Pero Falconis dice que ahora Owen no tiene contratista porque se cansó de que se llevaran a su hijo de un lado para el otro. "Owen es un niño. Y yo no quiero deberle nada a nadie. Capaz que a los 15 él no quiere jugar más, ¿y qué hacemos?".
El baby fútbol en algún momento era solo una competencia por diversión; hoy ya no. Todo arrancó con el modelo de "captación" implementado por algunos clubes del fútbol profesional, que hace más de dos décadas empezaron a rastrear a los mejores jugadores del baby fútbol y llevarlos a sus propias escuelitas.
Pastoriza dice que el punto de inflexión fue "el boom de Danubio" a fines de la década de 1980. "Para dar un nombre y apellido, la imagen del captador es Miguel Ángel `Cholo` Trueba", quien descubrió, entre otros, a Ruben Sosa, Ruben "Polillita" Da Silva y Edgar "Pompa" Borges.
"Hoy hay un `Cholo` Trueba en cada club. Pero él fue el ideólogo de este modelo: recorría los cuadros de Piedras Blancas y llevaba a los mejores jugadores a Danubio", dice Pastoriza, quien explica que enseguida Defensor le siguió los pasos.
El profesor César Santos, en cambio, dice que Defensor fue el primero en crear una escuela de fútbol infantil, que en junio cumplió 25 años bajo su dirección y desde sus inicios tuvo técnicos, profesores, médicos, fisioterapeutas y otros profesionales a disposición de los menores. "La escuelita de Defensor es como la Universidad, es algo serio", dice Luis Camargo, tesorero de ONFI. Cada año pasan por allí 350 jugadores de 10 a 15 años. Practican dos veces por semana, al principio en forma paralela a su cuadro de baby fútbol. Los jugadores comen allí la merienda y solo tienen que llevar zapatos y canilleras, el resto de la ropa se la da el club. Santos asegura que el 28% de la actual selección nacional mayor pasó por la escuela de Defensor. Tres de ellos son Diego Godín, Diego Pérez y Martín Cáceres.
Hace unos años el modelo de captación se perfeccionó y se firmaron acuerdos entre los clubes y las ligas de baby fútbol, sobre porcentajes de futuros pases. Así, por ejemplo, Nacional tiene un acuerdo de prioridad para sacar jugadores de la Liga Palermo y de la Liga Interbalnearia, a cambio de darle a esas ligas un porcentaje del pase si vende a un futbolista que salió de allí. La liga de Piedras Blancas tiene un acuerdo similar con Danubio y la liga Parque con Wanderers. Peñarol también hizo un acuerdo, el año pasado con la liga Uruguaya de Baby fútbol y el club Malvin alto. Pero esos acuerdos no son de exclusividad, porque -en los hechos- los padres pueden llevar a sus hijos a dónde quieran.
Desde 2010 eso es legal: la FIFA establece que los clubes o escuelas de baby fútbol tienen derecho a recibir un porcentaje de la venta y del primer contrato del jugador profesional si este pasó por su institución cuando tenía 12 y 13 años. Se le llama derecho de formación.
Así, Siete Estrellas cobró por el pase de Adrián Gunino a Boca, Gorriones por Ribair Rodríguez de Danubio a Tigre y el Cosmos Corinto por Diego Polenta al Génova de Italia, entre otros. Cada club ha recibido entre 40.000 y 60.000 dólares. A una institución de baby fútbol eso le salva unos años de presupuesto.
Además del acuerdo con dos ligas montevideanas, Nacional tiene un equipo propio de baby fútbol, Rincón de Carrasco, de donde salen algunos jugadores. Pero buena parte del éxito de su sistema está basado en un trabajo casi que de inteligencia. El club tiene una red de informantes en todo el interior, que está en contacto con los encargados de la captación. Muchos de esos informantes son "cónsules", así se le llama a los encargados en cada ciudad. "Nos avisan que tal chico anda bien y lo invitamos a que venga a probarse", dice Roberto Roo, encargado de las formativas de Nacional. El club trabaja con niños de 10 años para arriba, pero hasta que cumplen 13 entrenan una o dos veces por semana y siguen en el baby fútbol en su ciudad.
Peñarol también tiene su equipo de baby fútbol y captadores que recorren las canchas de las ligas del fútbol infantil, buscando llevar los mejores valores a la escuelita en Las Acacias y al Centro de Alto Rendimiento en Solymar. Y, además, tienen un captador en cada departamento. Rodolfo Catino dice que "la marca Peñarol atrae por sí sola".
A Santiago Sosa todos lo conocen como "Charoná". Dirige la selección de la liga del Parque, pero sobre todo se gana la vida captando jugadores para la octava, novena y décima (13, 12 y 11 años) de Wanderers. Un trabajo difícil porque casi todos los niños quieren jugar en Nacional, Peñarol, Defensor o Danubio.
"La captación es saber mirar la proyección del pibe unos años para adelante", cuenta Sosa un rato antes que arranque la práctica de la selección de liga del Parque. Son las 18.45 y afuera no hay más de siete grados. Nueve niños se preparan para entrenar y el grupo de padres mirará desde las gradas.
"Primero, hay que ver si juega bien a la pelota. Después, la velocidad, la potencia, el físico", explica Sosa. Pero luego dice que "hay padres que tienen a su hijo como un trofeito y se pasan seis años por arriba". Si el niño tiene cualidades, Sosa se presenta, habla con sus padres y los invita a la escuelita. Pero, de diez personas a las que se acerca, terminan entrenando en Wanderers una o dos. "Cuando el pibe es bueno, casi siempre te dicen que ya está yendo a Nacional, Peñarol, Defensor o Danubio, porque ahí los pibes van por el color de la camiseta, por la historia. Pero en esos equipos tenés que ser muy bueno porque el día de mañana te traen uno del interior mejor que vos, y te corren". Por eso, Sosa siempre deja una tarjetita: "Al año siguiente, cuando quedaron afuera de alguno de esos cuadros, el padre te está llamando".
EL MERCADO.
Los representantes también juegan su partido. Son empresarios que buscan apadrinar a niños que, piensan, en unos años podrían lograr el ansiado pase al exterior. "Y van a buscar chicos cada día más jóvenes, porque los de 14, 15 o 16 años ya están tomados por la mayoría de los grupos empresariales", dice Roo, de Nacional. Así, le ofrecen ayuda a la familia, ropa, les dan dinero para el boleto y hasta a veces un sueldo que puede llegar a los 10.000 o 20.000 pesos, según dicen varios padres consultados por Qué Pasa.
En ONFI saben que a las finales de los torneos nacionales van contratistas o "cazatalentos" que se sientan en las gradas, eligen jugadores, buscan a los padres y en ocasiones les hacen firmar una carta de representación. "A veces les dan una bicicleta, una heladera", dice Etchandy.
La mayoría son empleados o allegados a los contratistas que trabajan en el fútbol profesional. Uno de ellos es Wilson Píriz, empleado de la firma Profutbol de Paolo Montero, que representa a unos 40 juveniles. Píriz dice que su empresa tiene como regla no competir económicamente: "Si un padre está entre que arregla conmigo o con otro por dinero, está rematando al hijo, y se lo llevará el otro".
Pero Píriz dice que, además de empresarios conocidos en el ambiente, el mercado también incluye a gente sin experiencia. "Cada día hay más gente que no sabe nada. Hay panaderos, pizzeros que no tienen nada que ver con el fútbol; que tienen un peso, agarran a alguno con necesidades y dicen que son su representante. Le ofrecen plata a padres que piensan más en salvarse ellos que en su hijo".
Hace unos días el futbolista Juan Manuel Olivera dijo a Ovación que, debido a los manejos "feos", no tiene muchas ganas de que su hijo haga carrera en el fútbol. "El baby fútbol se tornó una vorágine de padres y representantes que llegan cada vez más temprano", dijo Olivera, "no me gustaría que mi hijo pasara por todo eso".
Píriz dice que su empresa "apadrina" futbolistas a partir de los 13 años (y que a edades más chicas hace un seguimiento en las canchas). La idea es "cooperar" con quienes tienen carencias económicas o familiares. "A veces necesitan otras cosas que la plata: contención, un psicólogo. O necesitan comida, un nutricionista"
Ruben "Pocho" Navarro es competencia de Píriz y trabaja para la empresa Urufutbol de Flavio Perchman. Recorre partidos y entrenamientos. Se dedica principalmente a las juveniles pero a veces también va al baby fútbol: "Si hay algún talento que algún amigo me recomienda, voy y miro". Hace informes sobre los jugadores que le interesan con datos sobre su formación, familia y forma de juego. "Si después considero que el jugador redondea características futbolísticas y profesionales acordes a la exigencia de la empresa, hacemos la captación", dice.
Navarro capta chicos de 12 a 18 años, y dice que hay empresas que también contratan niños más pequeños. "Lamentablemente, las reglas del mercado han bajado las edades de representación", se defiende. Su empresa, afirma, ofrece atención personalizada porque representa "pocos gurises" y lo hace de palabra, no firma contratos.
Si un juvenil es vendido al exterior y tiene representante, este puede llegar a ganar unos 500.000 dólares si el muchacho tiene 15 o 16 años y el pase es bueno. Pero si el jugador es 100% del club, es la institución la que se queda con todo. En 2008 Danubio vendió al zaguero Diego Polenta, que entonces tenía 16, al Génova de Italia por 1,5 millones de dólares, según trascendió. A Polenta le pagaban 7.000 euros al mes. Ahora juega en el Bari, en la segunda división italiana.
Recientes normas de FIFA han puesto trabas a la venta de jugadores de menos de 18 años. Igual, a los 13 o 14 años es casi una lotería saber si el futbolista llegará a un alto nivel. Pastoriza dice que "es una apuesta muy grande que hace el representante". Por eso mismo, especula, de 20.000 niños en el baby fútbol montevideano, hoy no hay más de 20 con representante fijo.
El gobierno, de todos modos, no controla los negocios en el baby fútbol. La ley 14.996 de 1980 dice que nadie puede ser dueño de los derechos de un deportista. "Pero acá el 80% de los jugadores de Primera pertenecen a un contratista", explica Etchandy.
61.000 niños juegan en 62 ligas de baby fútbol. Hay 300.000 personas vinculadas al fútbol infantil.
1,5% llegará efectivamente a jugar algún partido en un club de Primera, según un estudio de ONFI.
0,14% de los niños que juegan en el baby logrará un pase al exterior, de acuerdo al estudio de ONFI.
EL MERCADO.
Los representantes también juegan su partido. Son empresarios que buscan apadrinar a niños que, piensan, en unos años podrían lograr el ansiado pase al exterior. "Y van a buscar chicos cada día más jóvenes, porque los de 14, 15 o 16 años ya están tomados por la mayoría de los grupos empresariales", dice Roo, de Nacional. Así, le ofrecen ayuda a la familia, ropa, les dan dinero para el boleto y hasta a veces un sueldo que puede llegar a los 10.000 o 20.000 pesos, según dicen varios padres consultados por Qué Pasa.
En ONFI saben que a las finales de los torneos nacionales van contratistas o "cazatalentos" que se sientan en las gradas, eligen jugadores, buscan a los padres y en ocasiones les hacen firmar una carta de representación. "A veces les dan una bicicleta, una heladera", dice Etchandy.
La mayoría son empleados o allegados a los contratistas que trabajan en el fútbol profesional. Uno de ellos es Wilson Píriz, empleado de la firma Profutbol de Paolo Montero, que representa a unos 40 juveniles. Píriz dice que su empresa tiene como regla no competir económicamente: "Si un padre está entre que arregla conmigo o con otro por dinero, está rematando al hijo, y se lo llevará el otro".
Pero Píriz dice que, además de empresarios conocidos en el ambiente, el mercado también incluye a gente sin experiencia. "Cada día hay más gente que no sabe nada. Hay panaderos, pizzeros que no tienen nada que ver con el fútbol; que tienen un peso, agarran a alguno con necesidades y dicen que son su representante. Le ofrecen plata a padres que piensan más en salvarse ellos que en su hijo".
Hace unos días el futbolista Juan Manuel Olivera dijo a Ovación que, debido a los manejos "feos", no tiene muchas ganas de que su hijo haga carrera en el fútbol. "El baby fútbol se tornó una vorágine de padres y representantes que llegan cada vez más temprano", dijo Olivera, "no me gustaría que mi hijo pasara por todo eso".
Píriz dice que su empresa "apadrina" futbolistas a partir de los 13 años (y que a edades más chicas hace un seguimiento en las canchas). La idea es "cooperar" con quienes tienen carencias económicas o familiares. "A veces necesitan otras cosas que la plata: contención, un psicólogo. O necesitan comida, un nutricionista"
Ruben "Pocho" Navarro es competencia de Píriz y trabaja para la empresa Urufutbol de Flavio Perchman. Recorre partidos y entrenamientos. Se dedica principalmente a las juveniles pero a veces también va al baby fútbol: "Si hay algún talento que algún amigo me recomienda, voy y miro". Hace informes sobre los jugadores que le interesan con datos sobre su formación, familia y forma de juego. "Si después considero que el jugador redondea características futbolísticas y profesionales acordes a la exigencia de la empresa, hacemos la captación", dice.
Navarro capta chicos de 12 a 18 años, y dice que hay empresas que también contratan niños más pequeños. "Lamentablemente, las reglas del mercado han bajado las edades de representación", se defiende. Su empresa, afirma, ofrece atención personalizada porque representa "pocos gurises" y lo hace de palabra, no firma contratos.
Si un juvenil es vendido al exterior y tiene representante, este puede llegar a ganar unos 500.000 dólares si el muchacho tiene 15 o 16 años y el pase es bueno. Pero si el jugador es 100% del club, es la institución la que se queda con todo. En 2008 Danubio vendió al zaguero Diego Polenta, que entonces tenía 16, al Génova de Italia por 1,5 millones de dólares, según trascendió. A Polenta le pagaban 7.000 euros al mes. Ahora juega en el Bari, en la segunda división italiana.
Recientes normas de FIFA han puesto trabas a la venta de jugadores de menos de 18 años. Igual, a los 13 o 14 años es casi una lotería saber si el futbolista llegará a un alto nivel. Pastoriza dice que "es una apuesta muy grande que hace el representante". Por eso mismo, especula, de 20.000 niños en el baby fútbol montevideano, hoy no hay más de 20 con representante fijo.
El gobierno, de todos modos, no controla los negocios en el baby fútbol. La ley 14.996 de 1980 dice que nadie puede ser dueño de los derechos de un deportista. "Pero acá el 80% de los jugadores de Primera pertenecen a un contratista", explica Etchandy.
61.000 niños juegan en 62 ligas de baby fútbol. Hay 300.000 personas vinculadas al fútbol infantil.
1,5% llegará efectivamente a jugar algún partido en un club de Primera, según un estudio de ONFI.
0,14% de los niños que juegan en el baby logrará un pase al exterior, de acuerdo al estudio de ONFI.
SE BUSCAN TALENTOS
En la tribuna hablan italiano
En la cancha del Celtic, en el anillo Perimetral de Montevideo, se enfrentaban hace un par de semanas San Francisco y Naranja Mecánica y a segunda hora Holanda y Tres de Abril. Eran las semifinales de la Copa de Campeones de la categoría 2000 (niños de 12 años), que enfrenta a los tres primeros equipos de cada liga del baby fútbol. Mario Ferreyramediocampista del San Francisco, se sorprendió cuando escuchó hablar en otro idioma afuera de la cancha. Eran tres italianos vinculados al negocio del fútbol, acompañados por una mujer que hablaba español, quienes se instalaron en las gradas y preguntaban por algunos niños a medida que los veían jugar.
Ferreyra llegó a ver cómo los extranjeros hablaban con un par de padres. "Uno de ellos les dijo que por el momento no les interesaba, su niño estaba practicando en la escuelita de Defensor Sporting", dice Ferreyra, "pero conozco otros casos de padres que son ayudados económicamente por algún contratista".
Se debería "tratar de evitar la exportación de niños, que ellos no sean un objeto de mercado". El tema, es que "no se frustren las esperanzas", que todo no termine en "una condena para menores que dejaron de estudiar por el fútbol" y que por un momento pensaron que iban a ser futbolistas millonarios y después no tienen qué hacer. Porque el golpe, a veces, es muy grande.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
TU COMENTARIO ES BIENVENIDO, GRACIAS